Por Robert J. Lopez, Capital & Main
Barbara Davidson
Gráficos de Lorena Iñiguez Elebee
Traducido por Rodrigo Cervantes
Mañana, lea la segunda parte de la investigación sobre la salud y seguridad de los trabajadores agrícolas menores de edad en California. Esta investigación fue producido por Capital & Main, y la co-publicamos con su permiso.
El sol de verano brillaba con fuerza a través de las nubes en el Valle de Salinas, California, donde una gran cantidad de bayas y verduras de hoja verde crecen sobre tierras fértiles, conocidas como la “Ensaladera del Mundo”. José, un chico callado de 14 años, estuvo agachado y encorvado ahí durante horas con otros trabajadores en un extenso campo de fresas.
Los recolectores, muchos de ellos también menores de edad, arrancaban las bayas de las plantas y las colocaban en cajas de plástico, ocho de ellas en una caja de cartón. Se movían rápidamente a lo largo de las largas hileras que bordeaban el campo.
José estaba agotado, pero trabajaba lo más rápido que podía. Le pagaban 2.40 dólares por cada caja que llenaba. Mientras corría con una caja llena, tropezó en el terreno irregular y se torció el tobillo. Le dolió durante días, recordó más tarde, pero no le dijo nada a su jefe por miedo a perder su trabajo.
“Simplemente tienes que aguantar y seguir trabajando”, dijo un domingo reciente, su único día libre de la semana. Ha trabajado en estos campos todos los veranos y fines de semana durante el año escolar desde que tenía 11 años para ayudar a su madre, que también recolecta bayas. Sus hermanos, tíos y primos, cuatro de ellos menores de edad, trabajan en los campos de fresas de la zona.
José dijo que algunos días no llenaba muchas cajas y ganaba menos del salario mínimo por las horas trabajadas, lo que sería una violación de las leyes estatales de trabajo infantil. Describió trabajar bajo el sol abrasador en campos donde los empleadores no proporcionaban sombra a los trabajadores, como exige la ley estatal. Tanto él como su hermana dijeron que cosechaban fresas en un campo donde un tractor había rociado un líquido con un fuerte olor químico.
“Olía muy mal”, dijo. “Me daba dolor de cabeza”.
En la mayoría de los casos, California exige que los menores tengan mínimo 14 años para trabajar. Pero según la ley estatal, los niños de tan solo 12 años pueden trabajar hasta 40 horas a la semana en la industria agrícola cuando no hay clases.
Los líderes de California se enorgullecen de las estrictas leyes estatales de seguridad laboral, las cuales generalmente superan las regulaciones federales e incluyen códigos laborales para proteger a los trabajadores menores de edad, como normas históricas de seguridad contra el calor al aire libre y regulaciones sobre la seguridad en el uso de pesticidas.
Además, según los registros, durante 2023, los organismos reguladores del condado en las principales regiones agrícolas de California supervisaron menos del 1% de las más de 687,000 ocasiones en las que se fumigaron campos y huertos con pesticidas, algunos de ellos conocidos por ser cancerígenos.
“Estas agencias de control no tienen ninguna autoridad”, dijo Jack Kearns, defensor de políticas del Centro Laboral de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), y quien ha investigado el abuso del trabajo infantil. “Simplemente no cuentan con suficiente personal y carecen de la capacidad necesaria”.
En el Valle de San Joaquín, un niño de 12 años sube una escalera para cosechar limones. En Hollister, unos hermanos menores de edad usan cuchillos afilados para cortar y limpiar los chabacanos que se secan bajo el sol. Y en el Valle de Santa María, una pequeña niña de 15 años se esfuerza para poder cargar una cubeta grande con 20 libras (9 kilos) de tomatillos, ganando 3 dólares por cada cubeta que llena.
Estos jóvenes trabajadores contribuyen a la industria agrícola de California, que genera 61 mil millones de dólares anuales, siendo la más productiva del país y una de las más grandes del mundo.
Miriam Andres es una trabajadora social que conecta a las familias con los recursos disponibles en Parlier, un pueblo agrícola en el centro del Valle de San Joaquín, donde estima que varios cientos de menores de edad trabajan en los campos y huertos junto a sus padres.
“Existen leyes que establecen una edad mínima para trabajar. Hay requisitos como los permisos de trabajo. Pero en realidad, detrás de todo esto hay familias que no llegan a fin de mes”, dijo Andres, de 35 años, quien ayudó a su padre a cosechar pasas cuando tenía 13 años.
“Lo que realmente necesita cambiar es el salario que reciben los trabajadores agrícolas”, afirmó, “así, los menores no tendrían que ayudar a sus padres”.
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La principal agencia en California encargada de regular el trabajo infantil y las leyes de seguridad laboral es el Departamento de Relaciones Industriales (Department of Industrial Relations).
El departamento no respondió a lo largo de 11 meses a las reiteradas solicitudes para obtener los registros detallados del cumplimiento de medidas, como lo indica la Ley de Registros Públicos de California. Los funcionarios proporcionaron todos los datos solicitados solo después de que el Proyecto de Libertad de Prensa (Press Freedom Project) de la Facultad de Derecho de la Universidad de California en Irvine (UC Irvine) escribiera una carta amenazando con presentar una demanda ante las violaciones de la ley estatal de registros públicos.
Una revisión de los registros de 2017 a 2024 de la Oficina de Supervisión del Campo (Bureau of Field Enforcement) del departamento, la cual regula las leyes de trabajo infantil, muestra que los funcionarios emitieron solo 27 multas por violaciones de trabajo infantil a empleadores agrícolas en todo California durante ese período. Hay 17,000 empleadores agrícolas en el estado, según un informe reciente de UC Davis.
“Eso es un porcentaje minúsculo. Es obvio que no están abordando el problema del abuso laboral infantil”, dijo Darlene Tenes, directora ejecutiva de Farmworker Caravan, una organización que conecta a trabajadores agrícolas menores de edad en la Costa Central con mentores y agencias de servicios sociales.
El departamento dijo mediante un comunicado que la Oficina del Comisionado Laboral (Labor Commissioner ‘s Office), la cual supervisa al buró, hace todo lo posible por cobrar las multas y que “los trabajadores siempre tienen la máxima prioridad” para recibir cualquier indemnización por parte de los infractores.
Erika Monterroza, portavoz del departamento, dijo en un comunicado que la oficina ha tenido “numerosos casos de éxito en la aplicación de la ley” en todas las industrias que regula. Culpó a la pandemia de afectar la aplicación de la ley, reducir personal y crear “desafíos para la unidad”.
Hasta mayo, la oficina contaba con 53 investigadores de campo responsables de cubrir todo el estado, además de 14 puestos vacantes. Los inspectores, quienes también se encargan de hacer cumplir las leyes laborales y salariales, son responsables de inspeccionar las operaciones de más de media docena de sectores en California, entre los que se incluyen obras de construcción, hoteles y lavados de coches.
Casi todas las 27 multas impuestas a empleadores agrícolas entre 2017 y 2024 fueron por no tener los permisos de trabajo correspondientes para los trabajadores menores de edad.
“Los propietarios claramente se hacen de la vista gorda”, afirmó Erica Diaz-Cervantes de 25 años, una ex trabajadora agrícola menor de edad que ahora es defensora de políticas en la Alianza de la Costa Central Unida por una Economía Sostenible (Central Coast Alliance United for a Sustainable Economy).
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Aproximadamente 20 de los jóvenes entrevistados dijeron que, en algunos casos, trabajaban hasta 10 horas al día cuando tenían 12 y 13 años. Algunos reconocieron haber usado identificaciones falsas, pero la mayoría coincidieron con una joven de 16 años del condado de Santa Bárbara, quien dijo que sus jefes nunca le preguntaron su edad.
La adolescente, una chica tímida que sueña con ser enfermera, ha pasado los últimos cuatro años trabajando con su madre y otros familiares en los campos de pequeños ranchos en donde remueven hierba mala, plantan bayas y retiran lonas viejas de plástico.
La adolescente contó que, en 2023, ella y otros trabajadores estuvieron más de un mes trabajando en un campo de cultivo sin recibir sueldo. Algunos de los adultos se quejaron con el jefe.
“Él seguía diciendo: ‘Les pagaré la semana que viene, les pagaré la semana que viene’”, dijo.
Algunos días, contó, no había baños portátiles en el campo, ni agua ni sombra para los trabajadores.
Finalmente les pagaron en efectivo después de terminar el trabajo. Ella dijo no estar segura de haber recibido todo el dinero que le correspondía.
La fértil zona donde trabajan madre e hija es una de las mayores productoras de fresas del país. Sin embargo, el abuso y la explotación en los campos son comunes, según la madre, quien dijo que los trabajadores son maltratados porque los empleadores saben que no serán descubiertos.
“Se lo decimos a los supervisores y ellos responden: ‘Si no les gusta, hay muchos otros que quieren su trabajo’”, dijo la madre, pidiendo que no se revelara su nombre por temor a represalias de sus jefes.
Los inspectores de la oficina de la Oficina de Cumplimiento de la Ley Laboral de Santa Bárbara (Santa Barbara office of the Bureau of Field Enforcement) son responsables de regular el trabajo infantil y las leyes de salarios y horas laborales en este condado de 2,700 millas cuadradas, en donde operan más de 600 empresas agrícolas.
Los registros muestran que dicha oficina realizó solo dos inspecciones promedio al año de lugares de trabajo entre 2017 y 2024. No hubo inspecciones en 2017, 2018 y 2020.
La oficina de Fresno de la misma agencia es responsable de inspeccionar los lugares de trabajo en más de 5,000 millas cuadradas de algunas de las tierras agrícolas más productivas de California, en el centro del Valle de San Joaquín.
Los registros muestran que la oficina de Fresno realizó un promedio de menos de cuatro inspecciones al año entre 2017 y 2024, en un área donde hay más de 3,000 empleadores agrícolas. No hubo inspecciones entre 2021 y 2023.
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Durante los fines de semana y en verano, cuando no hay clases, los tres adolescentes ayudan al padre de Brian a recolectar naranjas, limones y toronjas. El trabajo es estacional y la cosecha depende de la fruta esté lista, así como del número de personas buscando trabajo. Cuando la familia tiene suerte, tienen trabajo asegurado durante varios días. Cuando no, se levantan antes del amanecer, desayunan, preparan burritos de huevo para el almuerzo y conducen hasta los huertos en busca de trabajo.
Brian y su primo suben por escaleras altas con grandes sacos de lona que contienen hasta 40 libras (18 kilos) de fruta, a menudo con temperaturas superiores a los 100 grados Fahrenheit (más de 38 grados centígrados). El hermano también de 13 años recoge la fruta que cae al suelo y ayuda a cargarla en las cajas.
El trabajo es agotador. “Duele mucho”, dijo Brian, quien ha trabajado en los huertos desde los 13 años. “Te duelen el cuello, la espalda y los brazos”.
El primo dijo que a veces se sentía mareado y con náuseas. “Hay que seguir adelante”, dijo. “Hora tras hora”.
El año pasado, un pequeño tractor lo golpeó de costado, lesionándole la cadera. Dijo que prefirió no decir nada porque no quería llamar la atención sobre su edad.
Asiste a la universidad y está interesado en desarrollar sus talentos artísticos.
Brian y su primo son atléticos, con hombros anchos y bíceps fuertes, y sueñan con una vida más allá de los campos. Brian podría alistarse en el ejército; a su primo le gustaría aprender un oficio, tal vez soldadura o trabajar en la construcción.
Los empleadores están obligados a pagar a los trabajadores por destajo al menos el equivalente al salario mínimo, que actualmente es de 16.50 dólares por hora para la mayoría de los empleados. Pero incluso si no pagan esta cifra, los trabajadores, especialmente los menores, no se quejan.
“Mucho de esto tiene que ver con el miedo”, dijo Preciado, quien ha investigado presuntos abusos de trabajo infantil en la industria agrícola de California.
Una calurosa tarde de domingo, el padre de Brian estaba sentado en una mesa de la casa móvil de la familia. El lugar, cuyo alquiler cuesta $1,200 al mes, tiene tres pequeñas habitaciones y un espacio abierto que funciona como cocina, comedor y sala de estar. Un pequeño aire acondicionado instalado en una ventana apenas lograba mantener la habitación fresca.
Desde que las autoridades de inmigración comenzaron a realizar redadas en los campos de cultivo y vecindarios, dijo, la familia no sale tanto como antes y siempre están mirando a su alrededor con recelo cuando están en la calle.
“Muchos de nosotros vivimos con el miedo de que el ICE (Immigration and Customs Enforcement o Servicio de Inmigración y Aduanas) o la Patrulla Fronteriza detengan a un familiar y lo perdamos todo”, dijo Brian.
El padre abandonó la escuela en México a los 13 años para trabajar con sus padres en el campo. En semanas buenas, cuando hay mucho trabajo, dijo el padre, los chicos pueden ganar entre $300 y $500 adicionales. Él dijo que la familia suele ir a un banco de alimentos una vez al mes para obtener productos básicos como arroz y frijoles.
Quiere que sus hijos tengan una vida mejor, pero por ahora, necesita su ayuda para salir adelante.
“No quiero que trabajen en el campo como yo”, dijo. “Quiero que tengan una carrera”.
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El trabajo puede ser peligroso de otras maneras. El verano pasado, a Araceli le asignaron una máquina de trasplante, similar a un tractor, en la que se sentaban ella y otros trabajadores en la parte trasera colocando rápidamente en la tierra las plántulas de verduras en conos de metal.
Monterroza, la portavoz del departamento, volvió a culpar a los efectos de la pandemia por la disminución en el número de inspecciones. Pero afirmó que la agencia está tomando otras medidas para mejorar la seguridad de los trabajadores.
Estas incluyen una intensa labor de divulgación entre los empleadores, dijo, y la creación de una nueva unidad agrícola “para fortalecer el cumplimiento de la ley, aumentar las inspecciones in situ y ampliar los recursos para llegar mejor a los trabajadores y protegerlos” en áreas como El Centro, Salinas y Lodi.
La agencia anunció la creación de la unidad en febrero de 2024, pero a mayo de ese mismo año, solo se habían cubierto 15 de los 54 puestos presupuestados para dicha unidad, según Cal/OSHA.
Mientras tanto, jóvenes trabajadores como José, el recolector de fresas del Valle de Salinas, seguirán trabajando en el campo.
Él vive con sus nueve hermanos y sus respectivos hijos en un grupo de pequeñas casas de color adobe rodeadas de extensos campos de fresas y un terreno lleno de vehículos destartalados.
Los adolescentes y adultos de la familia, algunos de los cuales emigraron de un pequeño pueblo en el estado mexicano de Oaxaca, aceptan cualquier trabajo disponible: plantar y recolectar bayas, arrancar malas hierbas y retirar lonas de plástico viejas de los campos.
José y otros recolectores de fresas sufren dolores persistentes en la parte baja de la espalda, los hombros y las piernas durante la temporada de cosecha. Sudan bajo el sol abrasador, a menudo sin sombra, y caminan con dificultad por los surcos embarrados cuando llueve.
“Si yo estuviera a cargo”, dijo José sobre los niños y adolescentes en los campos, “no los dejaría trabajar, simplemente porque son niños, y no permitiría que sufrieran a una edad tan temprana”.
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La aplicación de las leyes de trabajo infantil ha sido inconsistente, el número de inspecciones de seguridad laboral y las sanciones impuestas a los empleadores han disminuido y los infractores reincidentes no fueron multados por cientos de violaciones de las leyes de seguridad en el uso de pesticidas, según una revisión de decenas de miles de registros estatales y del condado que detallan las inspecciones, infracciones y dinero recaudado por concepto de sanciones civiles.
Según una revisión de los registros de la División de Seguridad y Salud Ocupacional, conocida como Cal/OSHA, incluso cuando los trabajadores denuncian a sus empleadores, sus quejas no siempre se investigan.
Cal/OSHA también recurrió a “investigaciones por correspondencia” en el 11% de sus inspecciones en operaciones agrícolas desde 2015 hasta mediados de octubre de 2024. Los funcionarios sostienen que las investigaciones por correspondencia, en las que no se inspeccionan físicamente los lugares de trabajo después de presentarse las quejas, permiten a la agencia llegar a un mayor número de lugares de trabajo y abordar más riesgos en el menor tiempo posible. Sin embargo, en 2020, un consultor de Cal/OSHA concluyó que el 10% de las investigaciones por carta se debieron a la escasez de personal y “deberían haber dado lugar a inspecciones completas in situ”. Según la auditoría estatal, en algunas investigaciones por correspondencia, “Cal/OSHA carecía de pruebas para respaldar su decisión de no inspeccionar”.