Amor entre cuerdas Ficción

FICCIÓN | 

By Claudia Meléndez Salinas

NOTA DEL EDITOR | La co-fundadora de Voces Claudia Meléndez Salinas es una mujer con muchos talentos. Además de su carrera como periodista, también es autora de la novela para jóvenes “A Fighting Chance” (Amor entre Cuerdas), publicada en 2015. Este viernes de 5 a 8 pm, firmará copias de su libro en Downtown Book & Sound en el centro Salinas — un escenario perfecto, ya que la novela está ambientada en Salinas. “Amor entre Cuerdas” (la cual aún no ha sido traducida) cuenta la historia del boxeador Miguel Ángel, de 17 años, quien sueña con convertirse en campeón de boxeo para poder sacar a su madre y hermanos de su pequeño apartamento en el Alisal.

Aprovechamos esta oportunidad para compartir un extracto del libro, y esperamos que pueda asistir a la firma del libro y respaldar esta librería independiente que apenas se abrió.

Extracto de Amor entre Cuerdas | Arte Público Press

Miguel Ángel levantó su cabeza y la vio sentada a los pies de la cama, recargándose en el poste. Estaba fumando su marca favorita de cigarros. El suave olor a papel de arroz quemándose llegó a su nariz antes que el sonido de su voz.

“Ita, me asustaste otra vez. Pensé que ya ibas a dejar de fumar.”

“Estoy muy vieja para abandonar el vicio. Además, de que serviría? Ya estoy muerta.”

“Pues sí pero estás dando un mal ejemplo.”

“No trates de cambiar la conversación y dime que diablos tienes ahí abajo,” gruñó al tiempo que chicoteaba su látigo en las cobijas.

“Seguramente que tú lo puedes ver, por que me preguntas?”

“Por que quiero que seas honesto conmigo. Díme, ¿qué es eso?”

“Ita, es una pistola. La voy a regresar pronto, ok?”

Miguel Ángel había visto a Ita por primera vez en la ofrenda de su abuelita hacía muchos años. Abuelita Leo tenía una foto de su mamá rodeada de flores y veladoras en una mesita junto a la estufa. “Esta es tu bisabuela Ita,” le dijo. Cada que venía de visita, Abuelita Leo lo hacía saludar a la mujer de la foto luciendo dos carrilleras cruzándole el pecho. Ita había peleado en la Revolución mexicana con las tropas de Pancho Villa, y su abuela le decía que era una de las mujeres más tenaces de todo el continente.

Un día, cuando estaba mirando la foto fijamente, los labios de la mujer comenzaron a moverse. “Oye, muchacho, traéme un cigarrito,” claramente oyó a Ita hablarle.

Sacudió la cabeza. La fotografía estaba tan fija como siempre, pero él había escuchado algo claramente. Dió vuelta y descubrió que su abuela estaba en el baño a dos cuartos de la cocina.

“Oye, te estoy hablando,” escuchó la voz otra vez, y los labios de la soldadera moviéndose otra vez. “Mira, ahí es donde Leo guarda los cigarros, en el primer cajón de la derecha.”

Miguel Ángel se movió lentamente hacia el gabinete que Ita le indicaba. Abrió el cajón, encontró un paquete de Faros y sacó uno. Titubeando, lo puso en la ofrenda enfrente de la foto de Ita.

“Ay hijo, por Dios,” la mujer exclamó exasperada.

En ese momento, Abue Leo regresaba a la cocina.

“Un cigarro para Mamá Ita? Ya sabes que no debería estar fumando, es lo que la mató. Al menos enciéndelo,” Leo dijo, dirigiéndose hacia la estufa y poniendo el cigarro en la lumbre.

Poco a poco, Ita se convirtió en una figura permanente en la vida de Miguel Angel. Se aparecía cuando la llamaba o cuando menos la esperaba, cuando corría por las montañas o cuando tenía peleas fuera de la ciudad. En cierto momento dejó de preguntarse si Ita era un fragmento de su imaginación o si era real. Se había acostumbrado a sus peculiaridades, a su sentido del humor y a sus historias de la revolución mexicana. Y sus trajes. Hoy venia vestida con pantalones de montar y una fusta.

Ita sacudió la cabeza y murmuró algo para sí misma. Se fijó en un punto distante por largos segundos, jaló al cigarro, sacó el humo y se volvió a Miguel Ángel otra vez.

“¿Cuántas veces te he dicho que tengas cuidado? No te he dicho que no te juntes con Beto?”

“Ya lo sé, ya lo sé, ya lo sé. Pero el me busca. No tiene amigos.”

“Sí, sí tiene muchos amigos, esos buenos para nada que sólo causan problemas. Ya te dije, o lo ayudas a salirse o te alejas de él. Lo único que deja la vida de las pandillas es penas.”

“Ita, pareciera que las pandillas fueran monstruos. No lo son. Sólo son vatos como yo pasando el rato.”

“Si eso es cierto, ¿por qué terminan en la penitenciaria o las cárceles?”

Miguel Angel odiaba a Ita a veces. No podía discutir con ella. “Ita, Beto es solo un chavo como yo. No quiere hacerle daño a nadie.”

“Mirame bien, muchacho. Si no quiere hacerle daño a nadie, ¿por que anda robando tiendas? ¿Tu crees que no les hace daño a las viejitas a las que roba? Ya sé que ha sido tu amigo desde que eran niños, pero él está dañando a mucha gente. Y va a terminar dañándote a tí si no te pones trucha.

Ita le recordaba a Coach pero era mucho más gruñona. A veces lo hacía reír, especialmente cuando le platicaba de cuando perseguía a los soldados que la espiaban cuando se bañaba en el río. Últimamente, cuando se aparecía inesperadamente era para regañarlo sobre algo que ya lo preocupaba.

Pero la necesitaba. “Ita, has visto a Abue Leo?”

“Si, todavía anda batallando con la idea de estar muerta. Le está llevando más tiempo que al espíritu común y corriente. Ha de ser la forma en que murió. Pero creo que ya se está resignando.” Le dió otro jalón al cigarro, que se hacía cada vez más y más pequeño. “Y hablando de batallar, tu mamá aquí no se ve muy bien. Hasta está perdiendo peso.”

Miguel Ángel se asomó para ver a su mama todavia lavando ollas en la cocina.

“Yo la veo bien,” dijo encogiéndose de hombros.

“No, la veo sola. La oí hablando con Leo en la mañana.”

“Como puede estar sola con seis chamacos corriendo en la casa todo el día?”

“No entiendes nada. Lo que necesita es otro tipo de compañía. Necesita un hombre.”

“Yo soy un hombre, y me tiene a mí”

“Ah, que la, esta cosa de los machitos empieza tan temprano. Tu eres su hijo, no un hombre hombre,” le dijo riendo, chicoteando su fusta en las cobijas.

“Ita, le puedes decirle a Abue que la extraño?”

“Tal vez tu puedas decírselo pronto,” Ita le respondió, evadiendo su mirada.

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Claudia Meléndez Salinas

About Claudia Meléndez Salinas

Claudia Meléndez Salinas is an author, journalist, open water swimmer, and cat lover. | Claudia Meléndez Salinas es autora, periodista, nadadora de aguas abiertas, y aficionada a los gatos.