Pájaro: al otro lado del puente Retratos e historias del pueblo más olvidado en el condado de Monterey

DESTACADO | Notícias locales

Fotografías de Carlos Castro y el personal de Voices
Artículo de Joe Livernois y Voices

PODCAST | Joe Livernois habla sobre esta nota (en inglés). Música: Latin Jeta  por Los Sundayers

Porter Drive está llena del tipo de comercios independientes, de dueños locales, que se encuentra normalmente en las sucias periferias de la mayoría de las ciudades norteamericanas: Talleres de chapa y pintura, tiendas de tapizado, soldadores, alquiler de herramientas, lotes de coches usados, servicios de remolque, mecánicos y los restaurantes con la mejor comida mexicana de la región. También encontrará una notable tienda de tabaco y cigarrillos, con una selección de productos para fumar, pipas y narguiles. Y hay un salón de belleza al lado de la tienda de tapizado.

Esto es en el lado sur del puente, el centro comercial de Pájaro, con una población de 3,070 habitantes.

En contraste, el lado norte del puente, del otro lado del Río de Pájaro, es un claro ejemplo de una clásica calle principal norteamericana arbolada. Hay un Burger King y un McDonald’s a casi una cuadra del puente. La calle principal Watsonville reluce con el brillo de una reciente renovación.

El Puente es el punto que une a Pájaro con las comodidades modernas.

El Puente también une a Pájaro, una comunidad no incorporada que técnicamente está ubicada en el Condado de Monterey, con Watsonville, la segunda ciudad más grande del Condado de Santa Cruz.

Es una situación un tanto incómoda. Los residentes de Pájaro tienen una afinidad natural con una ciudad limítrofe en un condado apenas cruzando el río, mientras que dependen del Condado de Monterey para los servicios básicos.

Aún así, Pájaro tiene un fuerte sentido de su propia identidad. Casi el 95 % de su población se identifica como hispana o latina, de acuerdo con la Oficina del Censo de Estados Unidos. La edad media de los residentes de la comunidad es de casi 24 años, una de las más jóvenes del Condado de Monterey. Son de clase trabajadora, la mayoría empleados en los campos o almacenes de embalajes y un tercio de ellos vive bajo el nivel de pobreza. Las principales instituciones de la comunidad son una escuela secundaria (los estudiantes de escuelas primarias son llevados en autobuses o camiones fuera de la comunidad) y una muy activa Iglesia Católica Romana.

Un equipo de Voices of Monterey Bay visitó Pájaro el 10 de septiembre de 2017. Comenzamos en la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, hablamos con la gente de Pájaro sobre su comunidad y seguimos con un reporte luego de nuestra visita.

Salvador López ha vivido en Pájaro continuamente desde 1965. Llegó de adolescente, listo para trabajar en los campos. Tenía sentido en su momento, Pájaro era un pueblo de trabajadores de los campos y había montones de fresas por cosechar, aún en esos tiempos.

Se fue para trabajar en las fábricas de Wisconsin, pero eso solo duró un par de años y regresó a las fresas.

“Era un trabajo duro, para gente joven”, dijo López. Su espalda finalmente dejó de responderle y tuvo que buscar otra manera de ganarse la vida. Dijo que la comunidad en Pájaro le dio una fuerza práctica, pero su fe en Dios lo sostuvo.

Se volvió activo en la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, que sirve como centro de actividad de los servicios sociales, espirituales y humanos de la comunidad.

Los domingos está en el altar con sus vestiduras, asistiendo al reverendo Víctor Manuel Prado en varias de las cinco misas en español programadas cada semana. López fue ordenado diácono hace cinco años.

Este domingo, López asiente con la cabeza mientras Prado le dice a los fieles durante su homilía que, en menor o mayor manera, todos somos profetas. “De repente madres o padres asumen este aire de profetas, y no están lejos de la verdad”, dijo Prado. “De repente le dicen a sus hijos, ‘si no obedeces, la pasarás mal’. O, ‘si mientes, te descubrirán mintiendo’. Es un tipo de profecía. Es menor pero es real. Porque las profecías son para de corregirnos, son para ser mejores cristianos”.

El diácono López es un hombre corpulento, manifiestamente amigable, con un aire de Sancho Panza como lo personificaba James Coco. Cualquier conversación con López en la iglesia seguro se verá interrumpida a menudo por feligreses que quieren decir hola.

Los servicios en la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción están siempre llenos de gente, pero la misa de las 9 a.m. es siempre tiene gente parada en un espacio con lugar para unas 600 personas. En contraste, la única misa en idioma inglés, a las 11 a.m., lleva unas 400 personas.
En un domingo cualquiera, unas 2000 personas atienden a uno de los cinco servicios. Esto en una comunidad con una población de solo 3000 habitantes.

“Probablemente el 90 por ciento de las personas de aquí trabaja en los campos”, dijo López, en una breve pausa para charlar luego de la misa de las 9 a.m. “Vienen de distintos estados, de todo México”. Dijo que la iglesia ministra a unos 60 mixtecos, indios mexicanos con un particular desafío debido a la barrera del lenguaje.

“Son muchos migrantes”, dijo, describiendo a la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. “Es una linda comunidad, Pájaro. La mayoría tiene un muy buen corazón”.

Pero hay preocupaciones y mucha ansiedad dentro de la parroquia hoy en día, dijo. Los feligreses están estresados por las agresivas medidas de aplicación sobre la inmigración. Están ansiosos por el reciente anuncio del presidente Trump de que terminará con la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés).

“La gente no se siente cómoda”, dijo López. “Tienen miedo. Están preocupados. Es muy estresante”.

¿Qué puede decir o hacer un diácono católico para aconsejarlos?

“Les digo que lo entiendo”, dijo López. “Yo mismo llegué a los Estados Unidos hace 50 años (desde Michoacán).

También lo hice de forma ilegal”.

Al término de la misa de las 9 a.m., los feligreses salen por una puerta lateral. Docenas de ellos paran en una parrilla improvisada por Paula Calles y Lorenza Alfaro, que están ocupadas echando gruesas, pesadas pupusas.

Las pupusas se venden a $2 cada una, y lo recaudado ayudará a solventar un proyecto para reemplazar el techo de la iglesia. La renovación de la iglesia se completó en 2010, pero el techo aún necesita reparaciones. El nuevo techo costará casi $2.4 millones de dólares y la iglesia solo ha juntado una cuarta parte de esa cifra.

Calles dejó El Salvador con sus cinco hijos y su receta de pupusa hace 18 años. La familia escapó de la guerra y Calles dijo que es lo mejor que pudo haber hecho. Sus dos hijos más pequeños terminaron la escuela secundaria.

“Estoy fascinada con mis nietos”, dice en español.

Las tres mujeres echan los suntuosos discos de pupusa antes de echarlos a la parrilla plana. Los platos salen en uno de dos rellenos: una “revuelta” con cerdo y frijoles, o con frijoles y queso.

En una charla casual, dicen que aprendieron a hacer pupusas cuando eran chicas en El Salvador, así como las niñas de las zonas rurales mexicanas aprenden a hacer tortillas.

Las hermanas Alfaro dicen que su historia de inmigración es similar a la de Calles.

Lorenza llegó a Estados Unidos en 1984 y su hermana Isabel la siguió unos años después. Lorenza llegó a Santa Cruz con solo un pedazo de papel con el nombre del hijo de un amigo. Lo encontró y él la dejó quedarse en su casa por tres meses. Inmediatamente empezó a trabajar en cualquier lugar que pudo encontrar: cuidando niños, limpiando casas, cosechando fresas.

Lorenza se mudó al área de Watsonville hace cuatro años para escapar de las altísimas rentas de Santa Cruz. Pero aún en la parte rural del Condado de Monterey, parecían inaccesibles.

Otro feligrés, Juan Gómez, 19 años, se para a la sombra fuera de la iglesia. Viene de Oaxaca, llegó a Estados Unidos hace dos años e inmediatamente encontró trabajo en los campos de fresas. Pasa la mayoría de los domingos en la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción y asiste a por lo menos tres de las misas. Por un tiempo vendió biblias y otros libros en la vereda, afuera de la iglesia, pero le pidieron que deje de hacerlo hace unas semanas.

Dijo que prefiere Pájaro a su país natal. “Sí, hay trabajo (en Oaxaca), pero la cosecha de maíz es solo durante la estación de lluvias”, dijo. “Luego de cosechar todo, hay que esperar seis meses”. Usa pantalones grises y una camisa negra bien planchada, la mejor ropa para un domingo, y tiene una sonrisa contagiosa.

“Aquí nos va mejor”, dijo Gómez. “El trabajo es duro, pero si trabajas todo el día tiene dinero para comer y pagar la renta. En México no hay nada y gastas y gastas”.

Dijo que comparte un apartamento de tres cuartos con otras siete personas, incluidos su hermana y su marido. Su renta mensual es de $1300.

De vuelta en la parrilla de pupusas, Lorenza Alfaro habla sobre una falta general de respeto que parece impregnar la sociedad.

“Creo que el problema es que los padres dedican un montón de tiempo al trabajo y no tienen tiempo para los hijos”, dijo. “Los niños entonces pasan un montón de tiempo solos, no hay nadie para controlarlos, para guiarlos. Veo la necesidad de que los padres reciban educación, para que a la vez eduquen a sus hijos para que no se unan a pandillas. Una vez que se unen a una pandilla, solo pueden salir con la ayuda de Dios. Sin la ayuda de Dios, no hay nada. Tenemos necesidades espirituales, pero también como ciudadanos. Tenemos que aprender a cuidar de nuestro planeta, a cuidar lo que tenemos. De otra manera, arruinamos todo lo que tenemos alrededor”.

El nuevo parque a lo largo del dique es la prueba de que el pueblo de Pájaro puede tener cosas lindas.

Tiene un par de áreas cubiertas para picnic. La cerca a lo largo del límite este resplandece por sus coloridos murales. El campo de fútbol se usa todo el día los sábados y domingos. Y hay un pequeño campo de béisbol, una especie de parque de softball, que comparte el campo derecho y la mayoría del campo central con el campo de fútbol.

El parque ha sido un éxito en Pájaro desde su apertura hace casi cuatro años. Es el primer parque real del pueblo que no es uno de esos pequeños “parques de bolsillo” para niños pequeños. Lo que significa que la gente no necesita cruzar el puente para celebrar cumpleaños o reuniones familiares en Watsonville. O transportar a sus hijos allí para los partidos de fútbol de los domingos.

Cuando abrió el parque, un funcionario del condado declaró que se sentía como “caminar por Disneylandia”. Lo que era, obviamente, una exageración. Es un pequeño y lindo parque, pero lamentablemente no tiene piratas animados.

Pregúntele a cualquiera, y le dirán que están felices de que la ciudad haya construido el parque de Pájaro…. pero luego se vuelve un poco enrevesado.

Porque, técnicamente, Pájaro no es una ciudad, no en el sentido formal. Y prácticamente todos los que viven en Pájaro sienten una pertenencia a Watsonville, que es una ciudad formalmente incorporada. Watsonville, del otro lado del Puente del Río Pájaro, está en el Condado de Santa Cruz. Pájaro está en el Condado de Monterey.

El gobierno del Condado de Monterey debe proveer servicios públicos a Pájaro, y lo hacen en cierto grado. Las calles y las aceras son mantenidas por el condado, y hay una sucursal de la biblioteca del Condado de Monterey detrás de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción.

Así que mientras que los ciudadanos que prestan atención al gobierno local probablemente piensan que el Condado de Monterey construyó y mantiene el parque de Pájaro, muchos residentes de Pájaro piensan que lo construyó la ciudad de Watsonville.

Pero en realidad el parque fue construido con los fondos de subvención de la renovación de la propiedad donados por Granite Construction y, debido a una circunvolución de acuerdos, ahora pertenece y está manejado por algo llamado el Distrito Pájaro/Sunny Mesa de Servicios Comunitarios.

“Se vuelve un poco confuso”, dijo Fred Martínez, un residente de 30 años de Pájaro que pasa varias horas en el parque los domingos viendo a su nieto defender la portería de un equipo de fútbol joven.

El distrito de servicios comunitarios es una de esas agencias comodines cuasi gubernamentales que a veces aparecen para proveer servicios básicos a comunidades rurales densamente pobladas. Para resumir, el distrito de servicios comunitarios es un sustituto de la municipalidad.

El Condado de Monterey tiene siete de esos distritos, desde Pájaro a Castroville hasta Pebble Beach. Cada uno de esos distritos recolecta evaluaciones de la propiedad que se gastan en necesidades específicas de la comunidad, como calles, aceras y agua.

El Distrito Pájaro/Sunny Mesa fue creado en 1986 para administrar servicios de agua y aguas residuales para Pájaro y Sunny Mesa, una subdivisión cercana al oeste de Hall Road y Las Lomas. Hasta entonces, Pájaro obtenía su agua de la ciudad de Watsonville a través de una tubería de secuoya creada hace más de 100 años.

Los residentes de Pájaro se dieron cuenta de que tenían un problema serio cuando una casa en Railroad Avenue se incendió totalmente porque el departamento rural de bomberos no pudo sacar agua de la vieja tubería. El Condado de Monterey creó algo llamado el Distrito de Servicios de Pájaro para establecer un nuevo sistema de agua, y el distrito de Pájaro finalmente se consolidó con el distrito de Sunny Mesa. La nueva agencia asumió nuevas responsabilidades, incluido el mantenimiento de pequeños parques de bolsillo de Pájaro.

La confusión sobre quién construyó qué y quién pagó por ello no importa en realidad a la mayoría de las personas de Pájaro. Lo principal, de acuerdo con Martínez, es que la gente se siente orgullosa del parque. El parque se llena de risas de niños y con el aliento de las madres que aclaman a sus pequeños jugadores de fútbol.

El parque es puro, y las dependencias y murales nunca han sido marcados. “Lo que me gusta es el respeto que tiene la gente por el lugar”, dijo Martínez.

El Distrito de Servicios Comunitarios de Pájaro/Sunny Mesa tiene la curiosa distinción de funcionar con solo un latino en su junta de directores, aunque representa una comunidad donde el 95 % de sus habitantes son latinos.

También es única en un par de otras, y sorprendentes, maneras.

Por ejemplo, Pájaro/Sunny Mesa es el único distrito de servicios comunitarios de propósitos generales de California que no permite a los votantes del distrito elegir a sus autoridades. En cambio, la Junta de Supervisores del Condado de Monterey designa a los cinco miembros de la junta de los servicios comunitarios, que define políticas y determina cómo se gasta el dinero.

Cuando fue creado el Distrito de Servicios Comunitarios de Pájaro, los residentes de Pájaro pudieron elegir a la junta de autoridades. De alguna manera, todo cambió cuando el distrito se consolidó como Sunny Mesa. Y permanece como una junta nombrada, aún cuando se promulgó una ley estatal en 2006 que exigía que todos los distritos de servicios comunitarios del estado tuvieran elecciones para sus autoridades.

“Hasta donde sé, somos el único distrito en el estado que no elige a su junta”, dice Don Rosa, administrador general de Pájaro/Sunny Mesa. “Somos los últimos de los mohicanos”.

En 2008, la junta de Pájaro/Sunny Mesa pidió al Comité de Gobierno Local del Senado de California que agregue una enmienda a su ley general para convertir su junta de directores designada en una junta electa por votantes del distrito.

Fue un pedido de rutina. La legislación general normalmente contiene docenas de cambios reglamentarios menores no controversiales a leyes menores no controversiales. La propuesta de Pájaro/Sunny Mesa ha sido agregada a borradores de la Ley 113 del Senado, la ley general de 2009.

Sin embargo, el lenguaje específico de Pájaro/Sunny Mesa fue eliminado de la legislación antes de ser ratificado por el voto del Senado.

No mucho tiempo después, tres de los cinco miembros de la junta de Pájaro/Sunny Mesa fueron removidos y reemplazados por miembros nombrados por la Junta de Supervisores del Condado de Monterey.

“El condado objetó (a una junta electa) y fue abandonado”, dijo Rosa. Dijo que la “conversación” sale de forma ocasional, pero el costo de llevar a cabo elecciones generalmente ahoga al entusiasmo.

Además de Pájaro y Sunny Mesa, los límites del distrito incluyen diez áreas de servicios no contiguas en burbujas a través del Condado de Monterey del Norte, incluidos Moss Landing y bolsillos de Prunedale. De esa manera, Pájaro/Sunny Mesa también es único en el estado de California, donde cada distrito de servicios comunitarios sirve a una sola comunidad específica.

“Las elecciones son complicadas cuando tienes 10 sistemas diferentes de agua no contiguos que intentas representar”, dijo Rosa.

Así que la junta de Pájaro/Sunny Mesa está nombrada por la Junta de Supervisores. En el presente, solo uno de los cinco miembros de la junta del distrito es de Pájaro y otro es latino.

Rosa dijo que los términos de cuatro años de tres de los actuales miembros de la junta expiran el año que viene. Su oficina enviará notas a cada uno de los 1,500 clientes de todo el distrito de servicios comunitarios. Las notas invitarán a los clientes a solicitar una silla en la junta de nombramientos.

“Queremos tener más diversidad”, dijo Rosa.

  • Población: 3070
  • 96 % habla un idioma que no es inglés
  • 23.6 edad media
  • 1,008 personas (32 %) vive bajo el nivel de pobreza
  • 25 % tiene al menos educación media superior
  • 87.9 % de los estudiantes de la Escuela Secundaria de Pájaro califican para almuerzo gratis. (El promedio de California es 58.7 %).
  • La Expedición Portola se detuvo cerca de un poblado Ohlone desierto en las orillas de un pequeño río en 1769, notó la presencia de un gran pájaro y bautizó al río como El Río del Pájaro. (Juan Crespi).
  • El presidente Theodore Roosevelt hizo una parada fugaz de diez minutos y realizó un rápido y genérico discurso en la Estación de Trenes de Pájaro el 11 de mayo de 1903.

Fuentes: Buró del Censo de EE.UU.; Departamento de Educación de California; Los Diarios de Fra. Juan Crespi, re: la Expedición Portola, 1769-1770; Compilación de los Mensajes y Discursos de Theodore Roosevelt, Vol. 1, Buró de Literatura y Arte Nacional, 1906.¿Quiere comentar sobre este artículo? Vea Your Voices (en inglés).

Joe Livernois

About Joe Livernois

Joe Livernois has been a reporter, editor and columnist in Monterey County for 35 years.